“Se lo había advertido muchas veces. No estaba dispuesta a soportarle por más tiempo sus estúpidas preguntas sobre el contenido de mi cesta o acerca de mi lugar de destino. Así que aquella mañana, cuando repitió el ritual de aparecer entre la maleza, me juré que sería la última vez que iba a tener que aguantar aquel patético espectáculo. Metí la mano en la cesta, aparté con suavidad la tarta de frambuesas que mi madre preparaba por mantener la tradición, empuñe el Colt 45 y le descerrajé dos tiros a bocajarro. ¡Lástima que la sangre […]